Tumbar el monte para meter ganado, esa fue la premisa que por muchos años mantuvieron los colonizadores de las selvas del Guaviare, Caquetá y Meta entre otros departamentos, y que se convirtió en un modo tradicional de adquirir tierra para los pobladores rurales, muchos de ellos desplazados por los fenómenos de violencia recurrente en el país. Las denominadas “mejoras” consistían en una labor especializada de adentrarse en la selva y “limpiar” de árboles, arbustos y toda vegetación nativa la superficie, estas tierras “mejoradas” eran vendidas sin títulos de propiedad en un ciclo constante que implicaba ampliar la frontera agrícola a costa de la selva nativa1. En tiempos más recientes, productores que a su vez son propietarios de sus terrenos, generaron procesos acelerados de deforestación para ampliar sus producciones ganaderas, en un mercado cada vez más competitivo que exigía mayores producciones para mantener la rentabilidad de los negocios, y en donde frecuentemente se percibe la presencia de bosques al interior de las fincas como limitantes a sus proyectos productivos.
Ante el reciente anuncio del Banco Agrario de Colombia de prohibir la financiación de actividades productivas que impliquen la tala de bosques, así como controles mas efectivos para evitar el avance de la frontera agrícola en áreas protegidas2, surge la necesidad de replantear la valoración de áreas forestales naturales, más allá de un elemento de composición de un predio que incluso resta valor comercial al mismo, por no ser comparable su capacidad productiva respecto a áreas de potreros “limpios” en donde se desarrollan actividades de ganadería extensiva o monocultivos. En esto cabe resaltar la importancia ecosistémica de los bosques primarios, que en contraposición con la lógica mercantilista, tienen una connotación fundamental en la conservación de los recursos naturales (agua, suelo, flora, fauna), asegurando su disponibilidad y calidad para el futuro, e incluso para las mismas actividades productivas que erróneamente se contraponen.
Si bien este tipo de políticas son necesarias y tienen un impacto directo en los usuarios de créditos agropecuarios, que en ultimas es una gran parte de la población rural, es necesario su complementariedad con un acompañamiento integral, que incluya asistencia técnica dirigida a la conversión de las practicas convencionales en sistemas sostenibles de tipo agroforestal o silvopastoril para los suelos con esta vocación, partiendo de una visión integradora, que entienda la naturaleza y los recursos que ella provee, como fundamentales para la actividades productivas y aun en mayor escala para la vida humana.
Es posible integrar el bosque en la actividad ganadera, diferentes líneas de investigación apuntan a una coexistencia armónica entre lo natural y lo productivo; especies arbóreas que además de proveer de sombra son fuentes de proteína, suelos protegidos de la erosión y compactación, conservación de la fertilidad natural de los suelos, regulación del ciclo de los nutrientes, alimentación diversificada para los bovinos, conservación de fuentes hídricas, entre otros3, son argumentos emergentes que permiten posicionar a las alternativas de producción sostenible como viables y más allá de esto, necesarias en el mediano y largo plazo.
Adicionalmente existe una gama de posibilidades de aprovechamiento económico de áreas forestales al interior de los predios que incluyen los servicios ecosistémicos valorados como bonos de carbono, el pago por servicios y compensaciones ambientales, los programas de familias guardabosques, así como las actividades asociadas al turismo ecológico, senderismo y recreación contemplativa, todas ellas enmarcadas en una vocación de conservación y preservación.
Es clave en este análisis diferenciar entre el valor instantáneo, el que es netamente monetario de comprar y vender, de aquel a largo plazo, que toca tangencialmente cada elemento del sistema productivo y que determina su sostenibilidad. Se debe entonces valorar de manera diferenciada los ecosistemas naturales, revalorizar esos fragmentos discontinuos de bosques en cada finca, a nivel de productores, familias campesinas, empresarios del campo, autoridades municipales y regionales, para que todas las prácticas de deforestación no solo sean como ahora, prohibidas y restringidas por normativa, sino clausuradas de las practicas tradicionales por concientización de la comunidad.
Referencias
1 Alfredo Molano Bravo. 1987. Selva adentro: Una historia oral de la colonización del Guaviare. Ancora editores. 142p.
2 Nota de prensa. Banco Agrario de Colombia. 25/02/2021.
3 Pezo Danilo y Muhammad Ibrahim. 1999. Sistemas silvopastoriles. Colección módulos de enseñanza agroforestal. CATIE.